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Pancrasio

Por Fernando J. Liceaga

Con eso de la famosa cuesta de Enero, en que nos la “saldremos a rifar” y “lucharemos a brazo partido”, pensamos que sería bueno darnos ánimo con un breve recorrido por un deporte en el que, si no siempre, de vez en cuando no solo se rompen brazos, también se sufren descalabros, hospitalizaciones, lesiones de cuello y afortunadamente en un mínimo de ocasiones, hasta la muerte. Deporte que en nuestro país es solo superado en popularidad por el fut bol soccer. La LUCHA LIBRE. Nada que ver con la pésima película de un tipo de apellido Black y la señorita Talancón. Lástima mamacita. Más bien con el rudo deporte que nos presentaron de forma cruda pero real en el filme que trajo de vuelta y casi le da un Oscar a un excelente actor; Mickey Rourke.

La historia se remonta a 1863 cuando es introducida a México desde Francia, en la época de la intervención. Unos años después, en 1910, dos europeos, uno de apellido Relesevitch y otro Fournier, llegan al país con espectáculos teatrales en los que se incluía la lucha. Y para dar mayor afluencia a estos, deciden enfrentar a sus estrellas; Conde Koma  por un lado y  Nabutaka, por otro. Es este el inicio de empresas extranjeras trayéndonos este tipo de espectáculos. No es hasta el año de 1933 que Salvador Lutherot funda la Empresa de Lucha Libre Mexicana; hoy conocida como Consejo Mundial de Lucha Libre Mexicana. Nombre distintivo hasta la fecha para el tipo de lucha que se realiza en nuestro país. Deporte con un alto grado de profesionalismo y complejidad. Los topes, llaves y castigos en general han sido imitados en otros países. Luchadores de todo el mundo viene para estudiar y aprender la técnica mexicana. La cultura popular ha adoptado como héroes, al paso de los años, a diferentes participantes del PANCRASIO. Nombre con el que también se le conoce a este deporte; llamado así en la antigua Grecia. Gladiadores míticos, son por solo nombrar algunos de ellos: Santo, el Enmascarado de Plata; Blue Demon; Mil Máscaras; Tonina Jackson; Tinieblas; Perro Aguayo y Dr. Wagner. Ternas de hermanos como Los Brazos; Cien Caras y sus carnales Universo 2000 y Máscara Año 2000. La lucha se vuelve tradición en algunas familias y lo podemos ver con hijos que retoman el nombre de sus padres: Hijo del Santo, Hijo del Perro Aguayo. Sobrinos que usan el nombre familiar y lo finalizan Jr. Como es el caso de Blue Demon Jr. Nuevos nombres que suenan fuerte en las carteleras son Cibernético; Súper Muñeco; La Parka y el varias veces campeón Octagón. En el circuito de lucha libre femenil hay mujeres que, como dicen mis amigos los corrientes, “se la rajan sabroso”. Algunas de ellas son: Lola González; La Pantera Sureña; Rossy Moreno y Lady Apache.   Por sus antecedentes teatrales muchos creen que la lucha libre es tan solo un espectáculo.  Eso es parcialmente cierto. Pero en la Libre Mexicana los golpes y los castigos, son reales. Es por eso que está considerada la mejor a nivel mundial. Se necesitan de dos a cuatro años para obtener una licencia de luchador profesional; a más de conocimientos básicos de otros tipos de lucha como la olímpica o la greco-romana; haber participado en clubes intercolegiales y luchar primero a nivel amateur.

Las dos arenas más famosas a nivel nacional son: La Arena Coliseo y La Arena México.

El ring o cuadrilátero tiene un tamaño de 6 mts por lado y una altura de 1.50 mts del nivel del suelo. Consta de tres cuerdas por lado.

El atuendo básico del luchador consta de botas especiales, calzón, mallas y una capa o máscara distintiva. Aunque a últimas fechas imitando la moda de los gladiadores norte americanos, algunos llevan atuendos de piel como chalecos y pantalones; maquillaje facial y/o corporal. Se usa también ir acompañado de lindas edecanes con un mínimo de vestuario como atracción visual al numeroso público masculino que asiste al evento.

Los bandos. Los RUDOS que representan el Mal y harán uso de todo tipo de marrullerías y artimañas como golpes bajos, patadas prohibidas, piquete de ojos y dos contra uno para ganar la batalla.

Los TÉCNICOS, el Bien. Ellos como su nombre lo indica, usaran llaves clásicas, topes y vuelos espectaculares desde “la tercera” (cuerda), para así derribar al contrincante y mantenerlo espalda al piso por tres largos segundos. Segundos que irán siendo contados, a veces mañosamente para favorecer al caído, por el réferi que golpea con la palma de la mano la lona del ring. Cosa que será obviamente abucheada por el respetable.

Los combates de mayor “arrastre” con la afición, son aquellos en que los contrincantes tiene “pique” entre ellos y las revanchas MÁSCARA VS CABELLERA. Y claro está, la lucha por el cinturón de campeón. El sabor popular se deja sentir siempre en las arenas. Lugares reservados por la temporada completa no son raros. Personajes que se sientan invariablemente en el mismo lugar por años.

Mi inicio en el gusto por la Lucha Libre Mexicana se la debo a un amigo, Gabriel Figueroa Jr.; amigo a su vez del Chavo Lutherot. Y a una invitación que este nos hizo para presenciar un duelo del que ya no tengo memoria. Las siguientes veces fueron a otra arena de menos monta, allá por el rumbo de Naucalpan. Íbamos muchos del equipo del fut bol americano para “echar porras” al que era nuestro padrino; el entonces famoso pero no tan bueno: TNT.

Mi penúltima asistencia a una de estas famosas arenas la hice hace ya años a la Arena México. Fui invitado por uno de estos personajes que por años se sientan en su lugar reservado en primera fila. No recuerdo si era lucha de parejas o ternas, pero en cartelera sonaba el nombre de El Negro Casas. A mi me pareció que todos estaban muy pasados de peso y lo hice saber como se hacen saber las cosas en las arenas de LUCHA LIBRE, a grito pelado: ¡ Pinches gordos, a ver si van yendo al gimnasio! Mi anfitrión peló los ojos. En esa fila obviamente no se grita y me lo hizo saber. Pero yo no estaba allí para andar de estirado y aburrido; así que continué con la alharaca. De pronto, en un parpadeo, de entre la 2da y 3ra cuerda vi venir volando un tripón en mallas que presumí intentaba asestarme un tope. Por puro instinto me agaché y rodé a un lado; ¡ZAZ! Por allá cayó la silla que ocupaba su servidor, que no dejó caer ni una gota de la cerveza que traía en la mano. El griterío en la arena era en verdad de circo romano. Otro luchador, tal vez el famoso Negro, bajó del ring, agarró a su adversario del pelo y lo subió de nuevo al cuadrilátero. No sin antes enviarme una mirada de: A ver si sigues gritando ¡marranos pónganse a dieta!

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