Corría el año de 1851, cuando en la candente Habana, Cuba, se encontraba el ex presidente de México, el General Antonio López de Santa Anna, en viaje diplomático y ahí conoció y trabó amistad con Jaime Nunó, director de la Banda del Regimiento de la Reina.
En franca camaradería, lo invitó a México a que dirigiera unas bandas de guerra, dando algunos conciertos. Nunó se sintió halagado y aceptó con gusto la invitación.
Dos años después, en la Ciudad de México, el 12 de noviembre de 1853, el gobierno del General Antonio López de Santa Anna (Presidente de nuevo), lanzó una convocatoria de poesía para escribir los versos de lo que sería el Himno Nacional Mexicano.
La señorita Guadalupe González del Pino, prima y novia de un joven y talentoso poeta de nombre Francisco González Bocanegra, estaba molesta porque su novio rechazó la convocatoria, argumentando que no tenía tiempo para escribir ya que ocupaba un puesto de funcionario en la administración pública y eso lo mantenía muy ocupado. Sin embargo, su novia no dejó de insistir para que participara en el concurso, obteniendo solo negativas.
Entonces decidió elaborar un plan para obligarlo, el cual comentó con tres amigos y éstos lo aprobaron. Guadalupe invitó a su novio Francisco a tomar el té en su casa. El joven poeta accedió. Al llegar a la casa de su novia, ésta lo recibió y lo condujo a una habitación llena de libros, en donde había un escritorio y sobre éste, papel, pluma y tintero. Y al lado de todo esto, había también una taza de té y galletas.
-¿De qué se trata?– Preguntó Francisco. –Se trata de que Usted, señor Artista del poema, se ponga cómodo en ese escritorio y empiece a escribir los versos más poéticos para componer nuestro Himno Mexicano.¬– Le contestó su novia.
-¿Pero…? Ya te dije que yo no…–
–¿Cómo de que no? ¡No hay pero que valga!– Le replicó Guadalupe, y continuó.
–Tú eres un artista muy talentoso y no me puedes decepcionar… No saldrás de aquí hasta que no hayas terminado de componer esos 10 versos que pide la convocatoria y que son requeridos para ese Himno. Además, como tú verás, traje muchos libros de historia y están a tu alrededor, por si los necesitas. Ah, se me olvidaba, cada verso o estrofa que termines, me lo pasarás por debajo de la puerta, hasta que completes los diez y, bueno, eso es todo, así que… ¡A componer!¬
Y sin decir más, ni dar tiempo a nada, salió rápidamente de la habitación y le echó llave. El joven poeta sonrió para sus adentros y pensó para sí: –Está bien, mi dulce Lupita… Voy hacerlo solo porque tú me lo pides. –
Después tomó la taza de té y las galletas y mientras las saboreaba empezó a inspirarse con gusto, imaginándose el contenido de los patrióticos versos. Transcurrieron cuatro horas de fértil inspiración, donde una por una fueron naciendo las estrofas y, a la última, así como las anteriores, la deslizó por debajo de la puerta.
En ese tiempo llegaron varios amigos para apoyar la realización del nuevo Himno compuesto por su amigo el poeta. Él agradeció la confianza de ellos, sin embargo, en el fondo de su ser dudaba de que fuera a ganar su obra.
El Himno de Francisco González Bocanegra triunfó entre 28 composiciones, realizadas en la mayoría, por reconocidos concursantes.
La letra original del Himno consta de diez estrofas en octavas italianas, con versos decasílabos y agudos, en cuarto y octavo lugar. Y la cuarteta del coro, con agudos en segundo y cuarto. Posteriormente con el triunfo del Liberalismo, dos estrofas fueron prohibidas y eliminadas, una de ellas dedicada al Emperador Mexicano, Agustín de Iturbide y otra al presidente, Antonio López de Santa Anna.
Ese mismo año, Jaime Nunó llegó a la Ciudad de México aceptando la invitación que hace dos años le había hecho el presidente Santa Anna para dirigir algunas bandas de guerra y dando conciertos con las mismas. El distinguido Músico conoció la convocatoria y aceptó participar en este honroso certamen musical, concursando contra 17 compositores, del cual él fue el ganador.
El 12 de agosto de 1854 fueron declarados públicamente los triunfadores: Francisco González Bocanegra en la Letra y Jaime Nunó en la Música. El Himno Nacional Mexicano fue interpretado por primera vez el 16 de septiembre de ese mismo año, por la Soprano Balbina Steffenone y el Tenor Lorenzo Salvi, en el Teatro Santa Anna, (luego Teatro Nacional de México) que finalmente fue demolido y hoy reemplazado por el Palacio de Bellas Artes.
Francisco González Bocanegra nació en San Luis Potosí el 8 de enero de 1824. Fue hijo del español José María González Yáñez y de Francisca Bocanegra Villalpando. Fue poeta lírico, dramaturgo, crítico teatral, orador, articulista de prensa y autor de los versos del Himno Nacional. Fue comerciante y posteriormente trabajó en el gobierno obteniendo diferentes cargos en la Administración Pública. Se casó con su prima y su musa Guadalupe González del Pino. Perteneció a diferentes asociaciones. Contrajo tifoidea y murió a los 37 años en la Ciudad de México el 11 de abril de 1861. Sus restos estuvieron en el panteón de San Fernando en 1861 y luego en el de Dolores en 1901; después, en la Rotonda de los Hombres Ilustres en 1932. Y finalmente en 1942, colocados en su sitio definitivo al lado del compositor Jaime Nunó.
Jaime Nunó Roca, nació el 8 de septiembre de 1824, en san Juan de las Abadesas, Gerona, España. Hijo de Francisco Nunó y Magdalena Roca, quienes fallecieron cuando él tenía 8 años. Su tío Bernard, comerciante de telas, se hizo cargo de su tutela, financiándole sus estudios musicales en Barcelona. A los 17 años era solista de la Catedral de la misma ciudad, por lo cual ganaría una beca para estudiar en Italia con el compositor Saverio Merca Dante. En 1948 se casó con la viuda de Talo y empezó a componer música para Misas, Arias, Motetes y piezas Orquestales. Durante esa época dirigió Orquestas e impartió lecciones, especializándose en Bandas Militares. A su regreso a Barcelona fue nombrado Director del Regimiento de la Reina. Viajó a Cuba en 1851, y en 1953 a México, donde dirigió Bandas Militares, dando conciertos. El año siguiente, el 12 de agosto de 1854, fue declarado triunfador del concurso para componer la música del Himno Nacional Mexicano.
Tras la caída del Presidente Santa Anna, por la revolución de Ayutla, Nunó emigró a los Estados Unidos, donde trabajó como Concertista y Director de Óperas. Una de éstas lo llevó de gira por Centroamérica en 1864. Y en 1973 contrajo nupcias por segunda vez con su discípula Catalina C. Remington, con quien tuvo dos hijos, Catalina y Jaime. Volvió a España para radicar un tiempo, y posteriormente regresó a Estados Unidos estableciéndose en Nueva York. Durante los años 1901 y 1904, el presidente Porfirio Díaz lo invitó a nuestro país para que recibiera varios homenajes en el cincuentenario del Himno Nacional Mexicano.
Jaime Nunó murió a los 84 años en Nueva York, el 18 de julio de 1908. En el mes de octubre de 1942, el Gobierno Mexicano mandó exhumar sus restos y trasladarlo a la Rotonda de los Hombres Ilustres, junto a la tumba del poeta Francisco González Bocanegra. Jaime Nunó abarcó todos los géneros musicales y compuso alrededor de 500 obras.
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